lunes, 25 de julio de 2011

TIROLESAS

  
    Lo reconozco, no voy a negarlo: me pone imaginarme follando en un altillo de un pajar austríaco con unas gorditas rubias tirolesas. 
 
Para algunos es una ofensa a Heidi y al abuelito oliró-liró, pero yo recuerdo unas viejas pelis en las que el protagonista se cuela en el pajar y dos robustas rubias lo secuestran y se lo benefician sí o sí. Y eso me la pone dura. Dos hembras rubias y regordetas como las alemanas picaronas del show de Benny Hill. Me imagino como senderista puro y austero llegando a la cabaña de la ladera en un verano cálido para aquellos lares. 
Me acerco para pedir agua y asoma una linda y sanota chica tirolesa, con su vestidito tradicional de pronunciado escote donde asoman unos generosos pechos blancos. Me ofrece un pichel de cerveza fría y un queso de oveja riquísimo. Yo no aparto los ojos de sus lorzas firmes y de sus trenzas rubias. Ella sonríe y no hace más que rozarme cuando pasa a mi lado para traerme los alimentos. Es una descarada y me encanta. Me imagino que habla con ese tono que le ponen en las pelis dobladas al español imitando el acento alemán. Cuando acabo mi queso y el pan de semillas, me toma de la mano y me dice Kommen Sie mit  y me arrastra al pajar, donde el heno recién segado huele aún a hierba fresca. Me empuja sobre la paja y se echa sobre mí con un revoloteo de faldas y enaguas coloridas. Sus brazos atenazan los míos y me besa el cuello; su lengua coloniza mis orejas y se apodera de mi boca. Cuando consigo apartar un poco el rostro, sofocado, ella se suelta el corpiño y afloja las cintas de la blusa blanca. Sus tetas son grandotas, de pezones grandes y rosados. Huele a leche dulce o a mí me lo parece. La tengo tan hinchada que el pantalón me va a reventar. Ella me toca el paquete abultado y ríe ja ja. Ich werde ficken. Ni pajolera idea de lo que dice pero me lo imagino, sus manos van al pan. Cuando me suelta el cinturón le deshago las cintas del cabello y ese pelo tan rubio, casi blanco, se desparrama como oro en mis manos, me siento un rey. Tironea del pantalón y husmea en mi entrepierna. Mi polla sale disparada apuntando al norte como un resorte recién engrasado. Le señalo sus faldas y dice ja ja. Se las saca y su cuerpo blanco, fornido y hermoso parece nata sobre el pajar. La volteo y me apresuro a saborear tanta crema. Es clara como luna, es como un merengue que me empacha, ¡qué rica, que sabrosa la aldeana! Es entonces cuando escucho risas ahogadas; me despego de las tetazas de la moza y miro al altillo de la cabaña. Otra rubia tetona, que no teutona,  asoma sus trenzas y su boca hermosa entre la alpaca almacenada. Tiene briznas en el cabello y la descarada se estaba tocando lasciva mientras nos espiaba. Le sonrío y miro a la derribada. También sonríe y ruego a los cielos que se cumpla mi deseo. La desnuda me abraza y me aprieta con sus piernas mientras me dice al oído Sie zu dritt? Ojalá que sea lo que pienso y respondo ja ja, así me maten. Mi otra rubia de trenzas baja del altillo y se echa a nuestro lado, me siento hot dog entre mayonesa fresca. Miro a una, miro a otra, las dos tan hermosas y ansiosas que siento que he muerto y resucitado en algún Edén arábigo. Beso los senos de una, la otra me lame la espalda. Me lanzo al ataque y a cuatro patas chupeteo la pepitilla de la espía, que la tiene ya muy inflamada, gime y se retuerce mientras se pellizca los pezones erectos. La otra está detrás de mí y me lame los cojones, se gira y asoma la cabeza entre mis piernas intentando alcanzar mi polla, pero ésta está pegada a mi vientre y no la alcanza.  ¡Nunca me he sentido más potente! Estira entonces la mano diestra y me hace una manola que me pone loco de todo. No sé a cuál tirarme antes, las dos son quesitos cremosos, pero viendo que la espía se las arregla bien con sus manos, me echo sobre mi seductora y se la endiño bien encajada. Ella se retuerce y dice mehr, mehr. Ni dudas, ésta quiere más y le doy lo que me pide al tiempo que amaso sus carnes nada magras. El grito de la espía me hace girar el rostro, está colorada, tiene las piernas rígidas, las puntas de los dedos de los pies aferrando hilos de paja. Me suelto de la mía, que protesta un poco, y entro en la otra para sentir las convulsiones de su vagina, que rodea mi picha y me aprieta emocionada. Ella se da la vuelta y me cabalga. La otra intenta sentarse sobre mi cara para que la relama. Tiene buen control de sus piernas y algo alcanzo aunque me asfixio y ella decide acabar sola. Yo pongo a la espía a cuatro patas y me descargo sobre ella aferrado a sus grandes jacas. ¡Dios, qué lindas hembras, qué voraces, qué sanas! Y nos tumbamos los tres, yo en medio, ellas escoltándome, sus risas son como cascabeles de cabras. Tomo sus oros en mis manos, los miro a contraluz, me dejaría ahorcar por sedas tan blancas. Ellas me miran, moreno, y sonríen ja ja. Decidme, ¿acaso es esto algo malo?

Uol Free

3 comentarios:

  1. Qué bueeeno, mi amol. Yo recuerdo a una compañera de facultad que, para mí, era "la del pajar", pues así la imaginaba, cabellera sobre heno, parecida a las tirolesas esas. Menudos revolcones no nos echamos.

    ResponderEliminar
  2. Después de dos años y cuatro meses, esta entrada ha sido desbancada del primer puesto de preferidas por Sexo guarro. Bah, tirolesas mías, es por el puro título jajaja
    http://programademanolibre.blogspot.com.es/2013/01/sexo-guarro.html

    ResponderEliminar

Tu opinión me interesa. Es tuya.