sábado, 28 de julio de 2012

Mala decisión

-Hacer eso...
-Fue una estúpida: cortar su hermosa cola por dos piernas que el hombre ni miró. Pero sobre todo,  perder lo más valioso de una mujer: la palabra.

Uol Free


Bruja del Mar y sirena by  G. Niebla

La sirena de la "República de Uzupio" (Vilnius,  Lituania) ya se está arrepintiendo.


martes, 24 de julio de 2012

Otra vez, el Magnum

        Tomás ha querido inaugurar la temporada playera regresando a la cala tranquila que descubrimos casi al final del verano pasado. 
 Bajamos por el caminito entre los pinos con la bolsa de las toallas, la sombrilla, la neverita-mochila y la silla de Tomás, que dice que está harto de destrozar codos y lumbares para leer el periódico. Me río de él, dentro de poco tendremos que traerte la mesa, la baraja y el botijo. Ja ja, qué graciosa, cuando me la pidas para leer esos tochos que te traes, te lo recordaré. Nos conocemos bien, empezamos en el instituto y aunque con un par de abandonos mutuos, aquí estamos quince años después. 

  − ¡Vaya! −exclama en cuanto dejamos atrás el pinar y pisamos la finísima arena−. Este año el del chiringuito ha puesto hamacas. 

Es cierto que sólo eran una docena, pero desvirtuaba nuestro recóndito lugar que, como ya conté, tenía chiringuito, pero artesanal, de los de temporada, y sin musiquita insufrible.

− ¡Joder, no se salva nada!− rezongó Tomás que, aunque comodón e incapaz de renunciar a su cervecita helada en el chiringuito, amaba las playas poco masificadas.

El camarero o dueño del chabolo era el mismo fulano del verano pasado y el hamaquero, un chico de unos veinticinco, derecho como junco, de bañador a medio muslo y con esa barba que se puso de moda este invierno entre los más cool. El Poseidón del Cabo Artemisio, pensé al verlo. 

Poseidón del  Cabo Artemisio
− ¿No querrás alquilar unas? –es muy propio de Tomás preguntar algo con la negación explícita.  
−No, el comodón eres tú.  

Nos alejamos un poco más de lo habitual del chiringuito. Me pregunté si Tomás quería apartarme del dios griego reconvertido en hamaquero. Algo le debía rosmar porque me preguntó:  

− ¿No dará mucho calor esa barba?. 
− ¿Qué barba? –me hice la loca.
 − La del hamaquero trivago.

¡Pillada! Había comentado un par de veces lo bueno que estaba el chico del anuncio de Trivago y Tomás lo había despreciado alegando que esa barba era sucia e incómoda. Déjame a mí con él en el ascensor y ya te diré lo que le hacía yo en la barba, pensé. 

Christian Göran, chico Trivago

Montamos nuestro campamento base, que cada año es más completo. Aún recuerdo cuando todo nuestro equipamiento era una toalla descolorida y la neverita con los cubitos de hielo para mantener gélidas las cervezas de Tomás. Ahora estamos a un paso del quitavientos, los flotadores, el pareo-cambiador y la abuela. ¡Uf! 

Tomás se repantigó en la silla de rayas azules bajo la sombrilla y yo me acerqué a la orilla, me senté y dejé que las calmadas olitas me lamieran los pies. De reojo miré a Poseidón, que hablaba con el del chiringuito. Apenas había veinte personas en toda la cala. Me tumbé allí mismo sobre la arena, con los pies en remojo. El silencio era case absoluto, un finísimo rumor de agua (el mar era un espejo), el sol me adormecía. 

− Te vas a quemar. Debes echarte crema solar. 

Una sombra se alzó sobre mí.

El hamaquero-poseidón me sonreía con picardía y dulzura. Su pelo castaño brillaba con el sol sobre su cabeza y a mí me pareció un emperador coronado por oro. En la mano tenía un cubo de plástico y una especie de barra de hierro. 

(Ojalá me untases tú enterita) 

−No te preocupes −respondí cuando recuperé el habla−. Me puse protección 50 antes de salir de casa. 
−Voy a coger mejillones −y señaló las rocas que cerraban la cala por la izquierda−. ¿Me acompañas? 

Miré hacia atrás. Tomás había dejado la silla y estaba tumbado en la toalla, a la sombra del parasol. Dormía. 

− ¿Hay mejillones aquí? –intenté ser racional. 
−Sí, claro –y me sonrió con una expresión que parecía decir qué cosas preguntas

Hice ademán de levantarme y él me ofreció su mano derecha. 

− ¿Pero se pueden comer?, es decir, ¿no tienen que pasar por una depuradora? –parecer normal, parecer normal
− ¿Y por qué no se podrían comer? 
− Bueno, si tienen una bacteria, te da cagalera, como mínimo. 

Se rió. Íbamos caminando por la orilla hacia las rocas. Tomás quedaba ya atrás, y las hamacas, y el chiringuito. Todo. 

−Yo los como y nunca me ha pasado nada. 

Pero tú eres un dios, el dios del mar, pensé. Y comes ostras y almejas y te camelas a sirenas y brujas marinas. 
Por el agua rodeamos unas rocas y llegamos a una pequeña abertura de arena. Ciertamente, allí había mejillones, aunque pequeños, y sus filos amenazantes me recordaron que no me había traído unas fanequeras. Él calzaba unos escarpines como de escalada o buceo. 

− No puedo subir− le señalé mis pies desnudos de uñas pintadas de color coral. 
− Ya los cojo yo, tú sujétame esta malla –y sacó una de dentro del cubo. 

Se metió unas rocas más allá y con el hierro escarbaba y arrancaba los bivalvos. 

Miré hacia la playa. No se veía, quedaba escondida. Lo miré a él: bronceado, bruñido, potente, con aquella barba tan desconcertante que lo hacía algo mayor en aquel cuerpo palpitante. 

Me senté de nuevo con los pies en el agua. Algo dentro de mí se estaba esponjando, esa sensación archiconocida. ¡Que coño tendrá esta playa que siempre me pongo cachonda! 

− Por cierto, me llamo Hugo −descargó el cubo de mejillones en la red. 
− Lou. 

Volvió a sonreír y se alejó de nuevo. ¿Por qué sonríe tanto este chico? ¿No se da cuenta de que le quita protagonismo al sol? 

Cogí un mejillón. No eran muy grandes, es verdad, pero olían a mar; casi se sentía su carne acuosa palpitar allá adentro, temerosa y expectante. Exactamente como yo latía, como mi carne palpitaba, como mi vagina se licuaba. Sentía presión en mi coño, sentía ese dolorcito que se tiene momentos antes de decir, joder, fóllame ya. 

Cerré los ojos. 

Hugo Poseidón estaba tumbado a mi lado. Sus manos un poco ásperas por el filo del hierro y los moluscos subían por mis muslos. No se anduvo con rodeos y deslizó sus dedos bajo la braga del bikini. Toda yo lo esperaba. Me retorcí de deseo. 

Con la yema de su dedo corazón presionó en círculos mi clítoris, ya excitado desde que el dios me habló. Después metió un par de dedos en mi coño. Con su boca invadió mis labios sedientos. Me introdujo su lengua. Sabía salada. Me sentí invadida, llena. Palpitaba como el mejillón en la red. Entonces se giró (¿cuándo se despojó del bañador?) y me puso encima. Tiró de las cintas del sujetador y la breve pieza de tela se soltó. Mientras me besaba, una mano acaricia mis pezones yendo de uno a otro, y sentí el otro brazo pasando sobre mí y agarrándose a mi culo. Su largo brazo era capaz de alcanzar mi vagina. Me vi a mí misma desde fuera. Me vi tumbada sobre él, las piernas entreabiertas; vi su brazo y su mano sobre mi espalda y dentro de mi coño. Sentí una excitación feroz mientras me frotaba sobre su polla, gorda y ansiosa. Me enloquecía verme y sentirme así, espatarrada sobre él, el trasero al aire, su mano horadando mi interior con cuidado pero con decisión. Me senté sobre él, lo cabalgué. Me miraba con ojos perdidos. Yo le ocultaba el sol. A su espalda, como un decorado artificial, yo veía las rocas y los mejillones. Los mejillones en sus conchas parecían aliviados porque era otra quien había caído en la red de Poseidón; era otra quien latía, quien se contoneaba, quien gemía. ¡Pobres estúpidos! Yo quería más y más, dios, esa sensación de que nada es suficiente, follar y follar hasta quedar agotada, exhausta, desvanecida y aún así querer volver a empezar. 

Calor. Calor. El sol, el sol,
 aaaaaaahhhhhhhhhhhhh!!!!!!!! 

− Te vas a quemar. Debes echarte crema solar. Mira qué te he traído. 
(¡Joder, noooooo, otra vez, no!*) 
− ¡Hummmmm! 
− Te has dormido, estás colorada. Toma. 
(¡Joder, otra vez el puto helado!) 
− Cari, tu Magnum almendrado
− Ah… sí, gracias. 
− Oye, he visto que en el chiringo tienen mejillones. ¿Pedimos una tapita? 
− ¡Ni de coña!

Uol Free


(*Véase el relato Un Magnum Almendrado.
A continuación viene ¿Qué fue del Magnum Almendrado? Léelo clickando en aquí)

sábado, 21 de julio de 2012

martes, 17 de julio de 2012

Trilogía del culo: Epílogo

 No sé por qué disputan por esa historia. El culo, está claro, debe ser grande y llamativo, si no cómo se iba a enterar el macho de que la hembra está ansiosa y disponible. No sé qué vueltas les dan éstos. El culo tiene que ser un señor culo. Y punto. No entiendo como esas hembras se matan a hacer ejercicio para disminuir su volumen y tamaño. Un macho, si es macho, quiere ahí las redondeces oportunas y no esos escurridos glúteos que no saltan a la vista. Claro que… ¿tú has visto?, algo raro hay en la cópula de esa especie, que no sé si te has fijado en los de bata blanca, que se apartaron tras los arbustos y no fornicaban en la postura habitual, que el macho no estaba tras ella introduciendo profundamente su pene erecto en la vulva húmeda de la hembra, sino que la miraba.  
− ¿La miraba? –ella abrió curiosa los propios.
−Sí, fornicaban mirándose a los ojos, y frotándose frente a frente.  
− ¿Frente a frente? Extraña forma de copular. ¿Cómo van a asegurar bien así la descendencia?  
−No te sorprendas, no te digo que ellas no quieren tener culo…  
 ¿Y cómo atraen al macho?  
−Debe ser cosa de las tetas. 
− ¿Las tetas? −ahora ella abrió la bocaza, incapaz de disimular su sorpresa. 
−El macho mamaba de sus tetas. 
−Pero bueno… las tetas son para las crías. ¡Desalmado!  
−Pues a ella no le disgustaba, que no le arreó un guantazo. 
−Sí es raro, sí… 
−Aunque después le dio la vuelta. 
− ¡Acabáramos!, si ya decía yo que esa postura tiene que ser muy incómoda, mirándose. Aunque… 
− ¿Qué? 
−No sé… podríamos probar. Nos echamos unas risas a cuenta de ellos y después, a lo nuestro. 
− A ver, enséñame el culo. Pero… ¡otra vez! Deja de menearlo, deja de menearlo… 
−No puedo. Anda, anda, ven aquí. ¿Nos lo hacemos de frente? ¿Cómo nos ponemos? ¿Yo encima? 
−No, el macho encima. 
−A todas luces inapropiado, pero bueno, ponte encima. ¡Hala!, dale…. Je je je Eahhhhhh 

− ¿Has visto? ¡Es extraordinario! 
− ¿Qué es extraordinario? 
−La pareja de los bonobos
− ¿Qué pasa con ellos? 
−Míralos, están copulando a la humana
−Sí, ¡joder!, follan como nosotros ja ja ja 
− Voy a grabarlos, esto es un descubrimiento, te digo yo que es un descubrimiento. 
−Y se dan besitos ja ja ja. 

Bonobos


− ¿De que se reirán esos pardillos? –preguntó él. 
−Ni caso, tú sigue. 
−Pero mejor date la vuelta, quiero ver tu culo.
Uol Free

Bonobos

sábado, 14 de julio de 2012

Trilogía del culo: Tú primero (III)



−Anda, mujer, que te va a gustar. (Zalamero)  
− ¿Síiiii? Pero eso lo sabré yo mejor que tú, ¿no? (Se hace la inocente
−Claro que te va a gustar, tontina.
− ¿Me vas a decir lo que me tiene que gustar? 
− Te lo voy a hacer tan bien, que querrás repetir. 
¿No me digas? 
−Por supuesto. ¿No sabes acaso que ahí hay un montón de terminaciones nerviosas? 
−Por eso, por eso, me vas a hacer daño. 
−Que no, seré suavito y te daré tiempo. 
−Si es que a mí ni fu ni fá. (Escéptica
− ¿Y cómo lo sabes? 
−Porque lo sé. 
− ¿Quieres decir que ya…? 
−Claro, hombre, hablo con conocimiento de causa, anda, dame un beso y vamos a lo nuestro. 
−Eso es que no te lo han sabido hacer bien. Si es que te va a gustar, te lo digo yo. Si te tiene que gustar, hazme caso. Si es una zona altamente erógena. 
−Hummm, ¿entonces quieres decir que cualquiera puede gozar con ello? 
−Claro, claro, ¿probamos? (Lanzado
−Pero entonces... ¿cómo voy a negarte a ti la oportunidad de gozar con ello primero? (Pícara
− ¿Eh? (Sorprendido
−Claro, cielo, ya sabes que me gusta verte gozar, que para mí eres lo más importante, así que tú primero; mira, te meto tres o cuatro deditos y vamos empezando. Así… 
− ¡Quieta, saca de ahí! (Salto en la cama y risa floja
−Pero, cariño, ¿cómo te voy a privar de semejante placer? ¿No dices que me tiene que gustar? Pues lo mismo a ti, ¿no? ¿O acaso mi ano está mejor preparado que el tuyo para la entrada? Porque nunca escuché que hombres y mujeres tengamos fisiología diferente del ano. (Socarrona
−Que no, ni te acerques a mi culo. (Asustado
−Tontín, que te va a gustar. Mira, empiezo por tres deditos. 
−Que no… 
−Vale, pues dos… o uno, y luego ya, si eso, aprovechamos mi vibrador. Con lo placentero que dices que es, no te lo vas a perder. Mira que generosa soy, que pienso en tu placer antes que en el mío. Tú primero, cielo. 
−Que no… 
− ¿Pero no decías que era algo muy rico? 
−Que a los hombres no… 
− ¿No qué? 
−Que no es lo mismo. 
−O sea, ¿que a mí me tiene que gustar por cojones, pero a ti te espanta que te meta un dedo en el culo? 
− ¡Boh! 
−Vamos, que no quieres experimentar tan gran placer. 
− …. 
− Anda, no te pongas de morros. (Melosa) Mira, tengo yo otro agujerito esperando por tu cosita y en ése, en ése te puedo asegurar que me va a gustar. 
−Hummm (Remolón
−Anda… anda… Mírala, tu polla está pidiéndome una chupadita, (él se la mira) ¿la vas a dejar así, tan ansiosa? 
−Vaaaale.

Uol Free

sábado, 7 de julio de 2012

Va de culos

     Mañana comienza una trilogía: la trilogía del culo. Como buena tríada, la tercera parte es la hipotenusa de ese hipotético triángulo escaleno. Y, como no podía ser menos, tendrá su epílogo inquietante. Habrá quien piense que tiene un final abierto. Yo creo que no. 

Uol Free


Culo y pompis

jueves, 5 de julio de 2012

La pregunta XVI

-¿Ooootra vela?
-Pensé que... es para crear ambiente.
-¡Mucho decorado y poca acción!

Uol Free


lunes, 2 de julio de 2012

Petición

   Tras el Camino, se lo pidió al santo de  la barba de  piedra, que quería verlo de nuevo, al menos una vez más; quería acariciar ese cuerpo hecho para el pecado y la gloria; sólo una, una vez más. Volver a besarlo, volver a sondear el fondo de sus ojos, volver a acariciar a su Doríforo particular.

Hay silencios pétreos que lo dicen todo.

Uol Free

Apóstol Santiago, Compostela.