sábado, 29 de junio de 2013

La odalisca

Es un rasgo genético en ella o al menos está en su naturaleza. Algo impele a su indolente cuerpo a desparramarse sobre el sofá, el canapé, la chaisse longue o el diván que halle más próximo.
En Roma sería un triclinium, en el medievo estaría tumbada en cama con dosel; en las Indias Occidentales hundida en un chinchorro; odalisca en un sultanato oriental.
Todo su cuerpo clama por la molicie, por la blandura de lanas, cobijas y cojines. Toda su sensualidad aflora reclinada sobre brocados o terciopelos, sedas o algodones pintados a mano. Es su estado natural, esa dulce indolencia, ese perezoso relax corporal, sólo alterado cuando lo ve entrar en el cuarto, cuando lo descubre espiándola en su nugalla, cuando lee en sus ojos que él sabe de su plácida felicidad allí estomballada.

Es entonces cuando ella le susurra con voz ronca, exhibiendo aún más su galbana:

-Ven aquí y hazme algo.

Odalisca , by Mariano Fortuny

Uol

martes, 25 de junio de 2013

La mujer carnal

Hermosa, morena, sensual.
Caderas rotundas, muslos llenos, pandero.
Senos plenos.
Rostro vivido en un cuerpo "humano".
Ella.

Mónica Belucci


viernes, 21 de junio de 2013

Perder


Nunca se amarró a nadie porque siempre temió perderlo todo. Su mayor temor es llegar a perder aquello que le llevó años conseguir.

Siempre temió que ahora que tiene cuatro paredes que llamar suyas, ahora que tiene su vida encarrilada, incluso ahora que ha vuelto a sentir el aliento del amor en la nuca una vez más -cuando ya no parecía importante en su vida-, ahora, justamente ahora, lo pierda todo. Que encuentre un bulto que hace un mes no tenía, que se desplome inerte en medio de la calle tras un ictus masivo, que un conductor borracho se lleve por delante aquello que ahora pensaba disfrutar: tiempo.


Porque aunque sabemos que sólo tenemos presente y pasado, y éste para que nos enseñe a aprender de los errores, la verdad es que jamás aprendemos de ellos ni valoramos el presente. Sólo esperamos que llegue ese día futuro para empezar a disfrutar, serenamente. Esa es la palabra, serenamente. Porque mientras apuras madrugadas y copas y cuerpos, te lo pasas de vicio y te sientes feliz, pero no lo percibes como algo duradero, como una meta, como un objetivo. Más adelante, dentro de unos años, siempre piensa uno que la felicidad está más adelante, en la línea del horizonte. Y cuando el horizonte queda a nuestros pies, vuelve a ser horizonte el que avista nuestra mirada.


¿Acaso no he disfrutado de las paredes que me guarecen? ¿Acaso no he soñado, en este sofá, no he leído bajo las cobijas, no he cabalgado el deseo entre sus cojines? ¿Y por qué, entonces, pienso que voy a perderlo todo? ¿Por qué pienso que el destino va a burlarse de mí, me hará un gesto obsceno y me dirá ufano ¿por qué te sientes tan segura? Si nada de esto te pertenece, nada es tuyo, nada te llevarás al valle de la muerte.


Por eso  nunca se amarró a nadie. Porque sabe que en cualquier momento Tánatos le dará su suave toque, ¿Es a mí? Sí, a usted, está en mi lista. Y lo perderá todo.


Pero ahora no, ahora no, todavía no. Que no aparezca un bulto, que no sufra un colapso, que un virus no destroce mi sistema inmunológico, que hierros retorcidos no mutilen mis esperanzas. Ahora no, ahora quiero vivir. Como siempre he querido: apasionadamente.

uol&lou

lunes, 17 de junio de 2013

Carácter

Ellas:
-No lo parecía.
-Pues sí, es una mezcla de sofá y arenas movedizas.



(Carácter:s. m. Conjunto de cualidades o circunstancias propias de una cosa, de una persona o de una colectividad, que las distingue, por su modo de ser u obrar, de las demás)


miércoles, 12 de junio de 2013

Ego sum...



Lo intuyó la primera vez que se deslizó por el tobogán doble y se le vieron las bragas de ganchillo con lazos rosas, y Luisito, dos años mayor, se paró en seco, se quedó pasmado mirándola  y le alcanzó un balonazo en la cabeza.


Lo pensó cuando estrenaba un biquini azul turquesa y Toni dio una voltereta hacia atrás en la piscina sin apartar sus ojos de los triángulos azules y chocó con Dani, que salía en ese momento a la superficie.


Lo supo el día en que con una sola mirada lanzada como un dardo sobre Pablo, éste frenó en seco y se ofreció a llevarla en la moto hasta la facultad.


Ahora es algo confirmado. Lo sabe, es cierto, aunque sólo para él se ponga el atrezzo. Su mente lo es. Y con su sola mirada, éste –como otros antes-  se arrastra a sus pies para lamerle los zapatos. Y él obedece gustoso, porque ella es una dominans mulier, una Dómina. Y a él nada le pone más en el mundo que acatar sus órdenes, órdenes que ella no necesita susurrar, órdenes que su esclavo acata sin preguntar, sólo por la fuerza de su mirada.

Es una dómina en su mente. Lo sabe. Sólo le queda por comprobar si también su corazón lo es. Pero duda. Por si acaso, lo tiene atado con doble nudo en la caja de su pecho. Que obedezca él también, cor rebelle, que se incline, que la reverencie, que sepa quién tiene el mando, el control, la autoridad y el dominio.

Dominans mulier

Uol

sábado, 8 de junio de 2013

Segundo aniversario





¡Dos años ya!

He estado pensando en ello. Dos años escribiendo aquí, al principio por impulso, después con incertidumbre, más tarde con la ilusión de alcanzar el primer año. Y mientras, la vida sigue su curso. Y en ese curso, sin saber cómo o por qué, se integran estas páginas. La vida sigue, pero no ajena, no infranqueable ni paralela a estas páginas; no las esquiva, no las evita, forman parte de ella.

Pienso en esa frase de Lennon La vida es lo que te sucede mientras estás ocupado haciendo otros planes y no la siento. Comprendo su mensaje, no digo que no tenga razón, pero no es lo que yo siento. Porque mientras estas páginas crecen, mientras aumentan sus visitas buscadas, ocasionales o casuales y de chiripa, mi vida sigue y sigue -inexorable su paso-, expedita o cerrada, clara o hermética, pero con los ojos abiertos, sin dejar de sentir, siempre. No está aparcada en un callejón como coche abandonado e inservible al que no se da de baja por el coste que supone, o como trasto que se arrincona en el desván hasta que se necesite por un casual, y uno se olvida que lo arrumbó en ese lugar. No, la vida, mi vida, existe y es real, la experimento y la palpo, pero también,  y a la vez, pulula como sangre por estas páginas, late en sus venas, se espesa caliente o se diluye aguada. Y como en la otra vida –esa que llaman la real-  la gente que se cruza en ella viene y va, aparece o se aleja, como la vida misma, sí.
 
Dos años ya, con todos sus días y sus noches, con todas sus horas; las he vivido, sí, fuera y dentro de estas páginas. No había plan, no había hoja de ruta, sólo existía sendero, camino, vida.

He visitado muchas de vuestras casas durante estos dos años. Y otras que han sido abandonadas o desalojadas, puestas en alquiler o sólo en vacaciones ocupadas.  Y de pronto lo pensé, visto que la media de vida de un blog son tres años. Pensé que todo lo que tenemos que decir se resume en tres años, ocupa tan sólo tres años de nuestra vida. ¿Qué es lo demás entonces? ¿Puro relleno, repetirse hasta la saciedad, decir las mismas palabras ya sabidas, ya pronunciadas, ya sentidas? ¿Conformarse con revivir lo vivido? ¿Vivir de recuerdos? No lo creo, no quiero creerlo.

Hay casas –y vidas- abandonadas por otras más llamativas y confortables en la vida real. Como si ésta otra fuera un vil sucedáneo de aquélla, ésta a la que únicamente se atiende mientras no se consiguen cómodos plazos para la otra. Por eso se vive en ésta mientras dura  el desamparo, la tristeza o el paroxismo de la lujuria intangible. Pero si surge en la otra una luz, cualquier luz, se abandona esta casa de la pantalla como si fuera cueva lúgubre, con rapidez y sin contemplaciones. Algunos se despiden, es cierto; unos incluso alegan que la felicidad no da tema; otros se escudan en trabajos e ilusiones nuevos, proyectos incompatibles con estas letras. Unos pocos, incluso, se avergüenzan de haber alentado pasiones ajenas. 

Tres años, tres años dura la locura de abrirse las venas, el alma, el corazón, las entrañas palpitantes en el blog que un día abriste para vaciarte en él. Tras la huida, la clausura o el abandono indiferente, ignoro si alguien regresa a contarnos después qué tal les fue en ella, en la real. Algunos retornan pasado un tiempo, es cierto, hijos pródigos que vuelven a la casa paterna, cabizbajos y arrepentidos, pero ya sin fuerzas para rebeldías nuevas.

Inicio hoy el camino hacia ese plazo, tres años. Si lo alcanzo, os contaré cómo se aliña con estas esencias.

Queridos todos, gracias por acompañarme durante estas jornadas intensas.





PD: El pódium de entradas más visitadas ha permanecido inalterado durante estos dos años:

Tirolesas (los tríos es lo que tienen, no se gastan), Un Magnum almendrado (¡golosos/as!!) y  La silla de Madonna (comer el chocho no cansa, no para la que lo recibe, afirmo.)

Uol&Lou

martes, 4 de junio de 2013

Cola de pista



Es difícil comprar billete si se desconoce qué destino elegir. Lo es más si ni siquiera sabe uno si desea viajar.

Decidir que debía moverse le llevó un tiempo. Pero no mucho. Más arduo resultó adquirir el billete por lo que conllevaba de selección. Se sentía motivada pero al tiempo condicionada. Sopesó gustos y posibilidades. Fue rígidamente realista y descartó posibilidades demasiado azarosas o exóticas para el momento. Eso la paralizó un tiempo. Lo que descartaba, lo que rechazaba, era definitivamente lo que más le atraía.

Guardó todo en un cajón unos meses más. Pero no se olvidaba de dónde estaban los catálogos. El cajón acumuló encima de ellos nuevos trofeos y recortes de su vida: facturas, publicidad guardada por si acaso, una servilleta de papel con el logotipo de un café de los de mesas de mármol y arañas en el techo… Pero esta vez no dejó que amarillearan, no. Expurgó el cajón y rescató los catálogos, contempló de nuevo los posibles destinos y en esta ocasión valoró la posibilidad de lanzarse sin más.

Se decidió una noche de insomnio, de repente, como lo decidía ella todo, con los ojos abiertos tras los párpados cerrados.

Compró el billete de avión y nada le dijo a él. Lo compró con mucha antelación, pero no creáis que fue para abaratar costes: hay destinos que nunca bajan de precio, siempre te cuestan sudores y esfuerzos, a veces parte del alma.

Ahora ella está en el avión, aguardando la partida.

Está en cola de pista. Desde su ventanilla ve como otros aviones se posicionan en la cabecera, se preparan para despegar. Los ve y se emociona. También ella, también, soltará amarras y se elevará.

El avión se mueve, rueda lentamente por la pista transversal, sólo queda girar en la curva y posicionarse. Mientras esto sucede, le late el corazón fieramente. Ya no habrá vuelta atrás y lo sabe. Está nerviosa, pero todavía no sabe si son nervios buenos o malos.


Los ayudantes de cabina van de acá para allá cerrando compartimentos, asegurando cinturones, a la vez que comprueban  los rostros de los viajeros, su expectación, su alegría, sus esperanzas, su temor, su angustia, su ansiedad o sus sueños, todo se refleja en sus semblantes antes de iniciarse el vuelo. También ella va colocando en su sitio lo pendiente: cerrar el cajoncito de lo ya perdido y tirar la llave; adornar con flores  el jarrón de las emociones, pintar de nuevo las paredes de la salita de su corazón. No sabe si se olvida de algo, pero no importa. Allá donde va, seguro que puede encontrarlo si es imprescindible y, si no, seguro que no era tan necesario.

El avión se mueve de nuevo y la voz del comandante  suena por megafonía:

Torre de control, autorizados a despegar. Estamos listos. Cabina asegurada. Entrando en pista.

Ella se agarró fuertemente con ambas manos a los bordes de los brazos del asiento. Cerró los ojos. Y despegó.


Uol