miércoles, 30 de octubre de 2013

Tinte capilar




Entré en la peluquería y me senté en la silla.
― Quiero un cambio.
Miriam ahuecó mi pelo con sus manos y sugirió:
― ¿Un poco más corto? Quizás si lo desbastamos por detrás en capas...
― No, no, quiero cambiar el color.
Me miró perpleja y con un punto de pánico.
― ¡No! Pero tu pelo...
― Sí, sí, estoy harta.
― ¡Pero si es precioso...! ―aunque se resistía, depositó el catálogo de colores sobre mi regazo.
― ¿Quizás un rubio trigueño?
― No, no; no soy una choni veinteañera.
― ¿Platino?
― ¿Me ves pinta de Marilyn?
―¿Y el violáceo? ― Miriam no se molesta, me conoce desde hace años.
― ¡Ése lo llevan las de sesenta!
― ¿No querrás azabache? ―y le tembló la mirada espantada.
― No soy Cleopatra.
― Mira, yo creo que si te lo rebajo por aquí y te lo capeo por  detrás le darás un aire nuevo a tu melena.

Me dejé hacer. ¿Cómo podría explicarle que desde hace dos días una extraña me mira desde el espejo?

Uol



2 comentarios:

  1. Debe ser que a veces vislumbramos algo en el espejo que no acertamos a explicar.
    A mí me pasó, más o menos como lo cuentas. Hace poco más de un año, lo vi, lo imaginé frente al espejo, y desde entonces soy pelirroja.
    Nada ha cambiado en mí, ni en mi vida....sólo en mi aspecto...y aún hoy no puedo asegurar si fue para mejor o no, pero acabé reconociéndome a mí misma jejeje.
    Besos!

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    1. Sí, puede ser eso, o a veces, de pronto, no reconocemos nuestro interior.
      Besos.

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