jueves, 28 de noviembre de 2013

Calabazas



La calabaza se convirtió en carroza tirada por corceles; yo hubiese preferido un bugatti, para qué os voy a engañar, pero es lo que hay, el cuento es como es.  

Duró apenas un suspiro: miradas intensas a través de la niebla del deseo, gemidos, caricias, algunas lecturas, unas cenas, palabras, palabras, palabras,  palabras que se lleva la ceniza del tiempo. Todo lo gocé y disfruté, no voy a hacerme ahora la longuis ni la digna ofendida.

Después, como la imagen que desaparece porque el tiempo que te ha concedido la moneda se agota, la carroza volvió a convertirse en calabaza.

Bueno, ¡quién se lo puede reprochar!, es la época.

Uol

Calabaza

lunes, 25 de noviembre de 2013

La pregunta XXXV

-... Y tuve que vestir los hábitos y profanar la Sagrada Forma. 

- Pero, hija mía, ¿cómo has podido?
- ¡Ay, Padre! ¿Pues no ha dicho el arzobispo de Granada que seamos sumisas y obedezcamos a nuestros maridos?

Uol

jueves, 21 de noviembre de 2013

Encuentro




NOCHE OSCURA DEL ALMA 

                                 Tu carne
tan desnuda
                     quieta
en la oscuridad
                      Tus pechos
                                         dos
temblores
                dos
lunas
        en medio de la noche
                                           Mis brazos
te rodean
                violento
cuerpo a cuerpo
                           lucha
que sólo acabará
                            conmigo
sobre ti
             conmigo
que me voy enredando en esas algas firmes
húmedas
                suaves como tentáculos
                                                       Hasta que allá
en la calle
se acerque el alba de puntillas
                                                  sorbo
una a una tus lágrimas
gozosas
                   mansamente te lamo
                                              chupo
igual que chuparía
un niño un caramelo
de frambuesa
                       Tu boca
ahora me sabe a almíbar
                                          ahora
a cortezas amargas de naranja
                                                    Veo
a Dios
          justo en ese momento en que mi cuerpo
se vacía de golpe entre tus piernas
                                                          Dices
(y es muy cierto)
que soy tímido y muy muy indeciso
y que siempre consigo lo que quiero
                                                           —lo malo
es que tan sólo quiero
un poco más
de ti
          un poco
más
en esta larga noche que se niega a morírsenos
así de cualquier modo
entre las manos
                         Estoy solo
                                         Amanece
Una campana salta como un gato
sobre todas las cúpulas
                                       las cópulas
y todos los tejados humeantes
                                                 La bruma
suelta su pedrería en la ventana
                                                      araña
los cristales
y me muerde la espalda con desgana.

  
VÍCTOR BOTAS: Poesía (1979-1992). 1994.

domingo, 17 de noviembre de 2013

El caballo suicida

Caballo pío


     Es pardo moteado. Uno más. Sin embargo, algo hay en su porte que lo hace elegante, que consigue que te fijes en él, aunque quizás sea la mezcla de orgullo, rabia y lealtad que desprende su paso acompasado, el modo en que levanta la cabeza y mira a lo lejos, hacia el final del camino que se dirige al mar; o posiblemente el trote alegre y desenfadado con el que se separa de la manada para subir a la loma donde el viento hace ondear sus crines como banderola en día de fiesta. Sólo es un pardo moteado más  que se mueve ligero por los márgenes de la manada. Su instinto le dicta que siga a sus iguales, pero él siente que le cansa y hasta aburre la monótona vida en la yeguada. No obstante, obedece a lo que se espera de él, excepto en esas pequeñas excentricidades que los demás toleran (como al caballo loco de ajedrez que se lanzó desde el tablero al precipicio de la mesa) porque no pone en peligro la supervivencia del grupo. Cosas de la edad, ya se sabe, mucho brío y poca cabeza. Será como todos al final y se impondrá la cordura, el instinto impondrá su ley. La ley de la naturaleza: pertenecer al grupo, luchar por el grupo, justificar al grupo. Y él nada dice, sigue a la manada, siempre desde una desdeñosa distancia, mas siempre y a la vez, respondiendo a lo que se espera de él. 



Y llegó la época del apareamiento. Y el pardo moteado admiraba a las yeguas más hermosas, más majestuosas, porque amaba lo hermoso, como amaba sentir la lluvia en el lomo y el olor de la verde hierba o el sabor del suave tojo blando apenas nacido. Mas solía imponerse el jefe de la manada, el macho que marcaba su dominio. Y el pardo moteado se retiraba a la loma, ni dolido ni rabioso, consciente de que su lugar en el grupo no era de privilegio sino un peón más que protegía a la yeguada. Otras hembras hubo y se sintió pleno igual, decidió guardar sus ansias de belleza para el golpeteo rítmico de la granizada contra las hojas o el sonido del arroyo con el deshielo. Ni abandonaba la manada ni establecía verdaderos lazos con sus integrantes. En ocasiones se alejaba unos días y siempre llegaba hasta aquel acantilado verde sobre el mar. Sus ollares abiertos al máximo para aspirar el olor salobre que ascendía hasta su lugar, sus crines alborotadas por el persistente viento, la mirada persiguiendo a las gaviotas que planeaban sobre su estampa, sus orejas atentas al graznido de los cuervos marinos, los belfos torcidos en una irónica sonrisa. Todo su ser deseando trotar sobre la arena húmeda, anhelando olfatear las algas finas y oscuras, hundir su cuerpo en la belleza de poniente. Sin embargo, sus sueños eran irrealizables. Tan próximos que los contemplaba, pero no podía alcanzarlos, no podía tocarlos, lograrlos; aparentemente al alcance de sus patas y, sin embargo, ni el mayor salto del que era capaz podría salvar tanta distancia entre su realidad y sus sueños. Era como una imagen en un arroyo: en cuanto acercaba sus belfos, el cuadro se desvanecía; la hermosura del mundo que contemplaba  se borraba en segundos ante sus ojos. El otro lado, el otro lado del espejo. El salto de fe. Se decía. Algunos caballos viejos lo susurraron en sus orejas. Pero nadie regresaba de ese viaje.

Una hermosa tarde de finales de verano, haciendo senderismo por la zona, Antón Castro vio asombrado como un caballo pardo moteado galopaba decidido y alegre hacia el borde mismo del acantilado. No estaba encabritado, no parecía asustando o loco. No portaba silla ni arreos. No estaba desbocado o huyendo de algo. Galopaba veloz hacia la meta. Y saltó.

Uol

Vídeo: escena final de EL Prado (The Field, 1990) de Jim Sheridan.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Sonsacar



- He visto los corazones que pintas.
- ¿Qué corazones? Yo no pinto corazones. Yo juego al fútbol.
- Los corazones con mi nombre escrito.
- Yo no pinto corazones.
- Sí, que te he visto. Me gustan mucho.
- ¡Que no son míos!
- Ah... entonces serán de Rubén.
- ¿Qué Rubén?
- El que dice que quiere ser mi novio.
- No son de Rubén.
- ¿Y tú cómo lo sabes?
- Porque son míos.


Uol

Sonsacar: verbo. Procurar con maña que alguien diga o descubra lo que sabe y reserva.

sábado, 9 de noviembre de 2013

Tempus fugit


Tempus fugit, M. Schenkenberg

No alcanzaron a amarillear los pósters en la pared: desaparecieron igual que tú y que cuatro convicciones que no sobrevivieron en la pugna con la vida, nada fuera de lo normal. Se llama madurar, triste cosa, en fin.

Lo que no se perdió fue la ilusión, el brillo en los ojos, la añoranza de besos lujuriosos, el abrazo prometedor bajo la madrugada gélida camino del lecho y del placer.

Tempus fugit, amigos, arena que se escapa entre los dedos. Aprovechemos el momento, carpe diem.

Tantas cosas en las que enredamos, irresolubles, dándole vueltas una y otra vez infructuosamente mientras el tiempo huye hacia adelante. Todo efímero: la belleza, la juventud gloriosa, la piel tersa, la espesa cabellera, la vista prodigiosa, el oído atento, el gusto exquisito, el olfato pertinente, agudo ingenio, todo, todo se lo lleva el viento. ¡Cuánto tiempo perdido en batallas superfluas, triviales, innecesarias,  mientras el tic-tac imperceptible cumple su ingrato cometido!

¡Cuánto nos enmarañamos inútilmente y cuánto mejor sería seguir el ejemplo de aquel labriego que, dedicado al carpe diem, se excusaba al llegar a casa a horas intempestivas diciendo: é que enredei nunha silveira!

Uol 

Esta historia comienza aquí.

Tempus fugit

Tempus fugit: locución latina que significa que el tiempo huye, el tiempo se escapa, el tiempo vuela, hace referencia explícita al veloz trascurso del tiempo. 

Carpe diem: locución latina que literalmente significa 'toma el día', que quiere decir 'aprovecha el momento', en el sentido de no malgastarlo, precisamente porque tempus fugit.

martes, 5 de noviembre de 2013

Chico de póster

Marcus Schenkenberg

Música: Crazy by Seal, 1991 



Estabas sentado en el borde de la cama y reparaste en el disco que sonaba, cuando aún uno ponía música para follar.  Lo conocías. Te gustaba. Y tú me gustabas a mí, mi chico de calendario, bajado de los pósters que adornaban el norte de mi cama. Te permitiste opinar sobre ellos. Creo que te sorprendió, yo tan seria y circunspecta, yo que bailaba de aquella manera y tenía hombres hermosos en la cabecera de mi lecho, yo estaba reclinada en la cama, observándote.

Claro que tú no sabías, tú no podías comprender que sólo aguardaba a que se materializasen, a que un día bajasen de la pared y se postrasen en mi cama. Y se había cumplido mi sueño, allí estabas tú, mejor que todos aquellos cuerpos esculpidos, mi escapista moreno; allí estábamos los tres, tú, yo y Seal. Los tres potencia, ardor, ímpetu y vigor. Recogí tus rizos entre mis manos, aspiré su fragancia y sólo quise follarte una y otra vez, mi amor huidizo, mi chico moreno. 

Gira y gira la vida, gira y gira la música, pero siempre seremos tú, yo, Seal... y Marcus. Desde aquella noche.

Uol 
 
Esta historia continúa aquí 
 
MúsicaDon't cry by Seal, 1994,